Buenas noches, hermanos de afición viciosa, a veces perniciosa. El VI TGGA ha sido consumado con éxito. Un triunfo que se circunscribe a los modos y modales de un grupo de golfistas sensibles y corajudos que gustan de encontrarse y reencontrarse. Porque deportivamente hablando, si hubiera una Inquisición del Golf, aún se vería la columna de humo desde Ceuta, oliendo a piel humana y tejido técnico chamuscados.
Habría que buscar en manuscritos por desenterrar (del barro), la explicación para tanto infortunio y desatino. Mientras, nos conformaremos con las soluciones que la ciencia pone a nuestro alcance. A saber, que la corriente del chorro, alias jet stream, esa que vuela que se las pela en capas altas de la atmósfera, nos ha traído una mini nube tóxica directamente de Fukushima, que se ha desplomado grisácea desde el cielo. Los efectos, traducidos en confusión mental, ligera tos, disnea leve, sibilancias con hiperemia nasofaríngea y errónea apreciación de distancias, son los responsables de la numerología que adorna la clasificación.
Algunos de los golfistas más intuitivos, algo debieron percibir con antelación y trataron, en vano, vacunarse la noche anterior con etanoles pesados, siendo los efectos más perversos aún que los agentes nocivos volátiles. Como se suele decir entre miembros de generaciones pasadas y presentes: se pusieron el parche antes de que saliera el grano. Sin embargo, el aceite de la vida y la oración a la beata Sarah Ferguson, duquesa de York (y madrina del campo), salvaron el honor de los triunfadores. Olé sus eggs.
El campo bien, con greenes pelín hechizados; no llovió veneno más allá de cuatro hoyos y el viento se portó dentro de lo admisible. La restauración, muy bien (una locura para la cocina) y todos con regalo (la cuchara de palo también entra en la categoría de obsequio, que te estoy oyendo desde aquí, Mala…)
Al Manu, muy buena nota, que esto le habrá restado más horas de vida que fallar un putt de palmo y medio con corbata de nudo doble windsor.
Tengo en mi poder las clasificaciones, pero concurren dos circunstancias que me retraen a publicarlas. Una, la ley de protección de datos, ya que salimos todos con nuestro apodo del DNI (no soy capaz de poner el Nick a todos), lo que podría alterar alguna que otra paz conyugal, o de otra índole; y en segundo lugar la sospecha (infundada) sobre la dudosa capacidad de comprensión y ternura de ausentes al evento y grupúsculos galácticos beligerantes (que si filis, bucas, corsetas…), a los que creo capaces de someternos a burla y escarnio, con la consecuente erosión de nuestra sensibilidad.
Ya iré poniendo afotos.
