Yo os lo digo: están con un ataque de risa floja desde el día del partido a causa de mi espectacular actuación y han sido incapaces de poner una sola palabra por escrito. Por lo tanto, me toca sustituirles (y cuándo no es fiesta, diréis) y ocuparme de la crónica.
Eso sí, en esta ocasión os voy a pedir clemencia y me limitaré a hacer un esbozo general de cómo fue el partido en lugar de hacer un relato pormenorizado hoyo a hoyo. Ya sabéis (y perdonadme por el símil macabro): en un accidente aéreo el dato fundamental es el número de víctimas, e importa menos que una apareciera sin cabeza o que a otra le faltara un brazo…
A grandes rasgos, si hubiera que escoger una palabra para describir la partida entre Robin y yo, la más adecuada tal vez sería “apisonamiento”. Desde el principio dejé traslucir mis tendencias autodestructivas, perdiendo el primer hoyo pese a llevar cierta ventaja desde la salida (fruto de una mala salida de Robin) y el segundo tras liarme en la salida por la derecha, después de que el potrudo de mi rival cogiera el green después de que su bola diera un grácil brinco para salvar el búnker de entrada (sí, sé que me advertisteis del tema de Robin y de su suerte en momentos puntuales

Aun así, me puse a remar y gané el 3 con un buen puro para Bogey, tiré el 4 tras quedarme sin ángulo por la izquierda y mandarla de dos al agua, y llegué al 5 dos abajo pero con ganas de dar guerra. Este hoyo fue el punto de inflexión del partido: después de una salida cortita pero en calle, cogí green en regulación, mientras que Robin estaba de dos en el búnker de la derecha de green. Su sacada de búnker no estuvo mal, pero tenía un pat para par todavía lejano y era muy probable que el par me sirviera para ganar el hoyo. Como ya podréis suponer, tripateé y me fui al tee del seis con la sensación de haber tirado un hoyo (pese a haberlo empatado con bogey). A partir de ahí, se me salió la última tuerca que me andaba bailando y perdí cuatro hoyos seguidos de manera tragicómica. En esta racha triunfal cabe destacar el rabazo a ras de suelo que pegué en el tee del 7, con el que conseguí la nada despreciable hazaña de pegarle de lleno a la bola que hacía de marca de rojas por la derecha; por supuesto, tras el impacto la bola describió una original trayectoria en diagonal y fue a refugiarse en plena arboleda, desde donde conseguí acertarle a dos troncos antes de salir de allí cariacontecido y contrito (en román paladino: cagándome en todo lo cagable).
En la segunda vuelta, y mientras intentaba grabar a fuego en mi mente el refuerzo positivo “tronco, espabila, que estás haciendo el ridículo” gané el hoyo 10 (cinco abajo) pero se me fue la pinza en la salida del 11 después de hacer de árbitro improvisado para otra partida y la tragedia griega llegó a su fin en el hoyo 12, que volví a perder de manera calamitosa.
De Robin no puedo decir nada malo: quizá no jugara su mejor partido, pero una vez que se puso en marcha no cometió errores y espero a que la fruta estuviera lo suficientemente madura para recogerla. Como siempre, fue todo un placer compartir partido con él y solo espero que en el futuro pueda darle más guerra, ya sea en pachanga o en torneo oficial.
Con respecto a mis compañeros de partida, solo tengo parabienes: con Pine da gusto jugar y la pena es que se encontró con un auténtico titán, Nakio, que nos dejó a todos con la boca abierta y que jugó de manera increíble, sobre todo si tenemos en cuenta que no conocía el campo.
A mis compañeros de equipo solo puedo pedirles disculpas por el escaso rendimiento ofrecido y espero tener oportunidad de resarcirme en el futuro. Dado lo apretado que estuvo el resultado final, la derrota escuece especialmente… aunque ante todo he de felicitar a los corsarios, como ya hice en su momento en el hilo general, por su trabajada victoria. Espero que nos veamos en el X TGG.