, me he reído mucho), pero ... me pongo en el lugar del que pegó mal a la bola (que normalmente sería el que yo ocuparía en el relato: ya que no soy la bestia peluda que con potencia pero sin control pega a la bola, ni la femina con estilo, ni las melosonas) y me siento mal por él. Yo normalmente, y tal es mi generosidad, reparto mis bolas del cubo entre quienes se encuentran dándole al palito, así dejo que alguna ruede hacia la red que hay delante, alguna otra la logro pegar con un efecto de 90º rasita, otra a 270º e incluso si estoy fino soy capaz de hacer alguna marcha atrás o no tocarla. Al igual que le pasó a tu compañero de pupitre soy un incomprendido y ese querer compartir a veces se malinterpreta y confunde a quienes reciben mis presentes, como te sucedió a ti.
El otro día sin ir más lejos sólo una bola ocupaba el fondo del cubo, era tarde, mis manos ya dolían de golpear con insistencia al suelo, y la misma sensación tenía en los hombros por golpear por igual al aire. Pero me quedaba una oportunidad, desde los puestos del primer piso la última bola iba a ser "la bola". Iba a concentrar todo mi saber en ese golpe. Lo primero que hice lógicamente es coger el sandwege (en el último golpe no hay que arriesgar), lo segundo tratar de recordar todo lo que sé, and at last but not least tratar de ponerlo en práctica. Subo los brazos, me concentró, miro fijamente a la bola,y ahí está, conseguí el golpe perfecto... si se hubiera tratado de billar a tres bandas, porque la respuesta de la bola a un golpe con una energía endiablada fue un movimiento a cámara lenta con back-spin que se dirigía sin remedio a la redecilla de enfrente. Mientras la bola se desplazaba a cámara lenta, solté rápidamente el palo, pero ya era tarde, ... la bolita estaba descansando cómodamente en la red. A cuatro patas (postura innoble donde las haya) traté de recuperarla, pero todo fue inútil, se coló por uno de los cuadraditos de la redecilla (y al caer casi golpeo ¡al de abajo!). Por un momento me quedé inmóvil, pero hubo suerte ...esta vez no hubo aplausos... (no es la primera vez en la que alguna de mis peripecias arranca no sólo risas, sino ovaciones de propios y extraños)
Tienes el mismo modo de expresarte que un gran amigo mío de Portugalete. Él es (deduzco que también) economista y tiene una consultoría. Si no fuera porque sé que no juega al golf pensaría que eres él. Ambos formamos una gran pareja y muy compenetrados: Él suelta las paridas y yo me descoyono... 
Recuerdo una vez que estaba en un aeropuerto con un amigo de Sanse, cuando vi acercarse a otro de Bilbao; Sabedor del cariño especial que se profesan habitantes de uno y otro burgo, les presenté: